“Wolfgang Güllich falleció el último día de agosto de 1992 a consecuencia de las heridas sufridas en un accidente de automóvil; pareció como si el tiempo que determina la historia de la escalada se hubiera detenido. Había muerto el escalador más significativo y brillante de Alemania, y la pauta que regularmente había dictado la historia de su deporte adquirió otro compás”, escribía su amigo Tilmann Hepp en el libro Wolfgang Güllich. Una vida en la vertical, que vio la luz un año después del suceso.
“No importa cómo se aproxime uno a la vida de Wolfgang, esta resulta ser la historia de un hombre sensible con una energía excepcional y un espíritu fuera de lo común. Un deportista de primera clase con el talante de un chiquillo travieso que dejaba los hombros caídos porque no quería parecer un culturista, a pesar de sentirse orgulloso de su extraordinaria fuerza. Un hombre que en su interior siguió siendo hasta el final el chiquillo tímido del principio. Una estrella de la escalada que siempre mantuvo la cabeza erguida, pero nunca con arrogancia”.
El prólogo que Hepp redactó para abrir el libro continúa así:
“Wolfgang era capaz de concentrar genialmente su potencial en esos críticos momentos en que todas las fuerzas físicas y espirituales resultan necesarias. Gracias a esa energía concentrada traspasó el umbral que le dio paso a nuevos logros dignos de quitar el aliento. Su poder mágico no fue el «talento natural» ni la regularidad, factores a los que erróneamente suele atribuirse su calidad como escalador. Dicha calidad era más bien el resultado de un tremendo esfuerzo.
Visto desde fuera, el arduo trabajo de los atletas de elite mundial parece siempre una fácil exhibición de sus talentos. Wolfgang, por haber alcanzado metas a las que solo unas pocas personas pueden llegar, debe a su voluntad y fantasía el haber sido enaltecido en el panteón de la escalada.
Pero lo más fascinante en él no fue solo su sorprendente capacidad como escalador; lo que hechizaba a la gente era la cordialidad, la llaneza de su trato. Era un escalador excepcional y sin embargo se comportaba como ese tipo simpático de ahí al lado con el que se charla un rato. Este rasgo característico junto a su increíble rendimiento lo convirtieron en un ídolo de la escalada a quien gustosamente se tributa admiración”.
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Grande entre los grandes