
Diez días después de salir de Moscú, Valery Rozov ya estaba en la cima de la Torre Central del Paine. Junto a él, nombres destacados del alpinismo ruso (Ruchkin, Odintsov…), que en dos días escalaban la ruta Bonnington… y a esperar. Y es que para un descenso como el que se proponía Valery, cualquier repentino huracán patagónico podría resultar muy peligroso. O, incluso letal.
El ruso se proponía bajar de nuevo al suelo volando los 1.400 metros de patio que le separaban del glaciar, mezclando caída libre y parapente. Salto BASE en el Paine, que le obligó (junto a sus compañeros) a aguardar las condiciones climatológicas perfectas. Día y pico de tormentas después el viento aminoró y las nubes se abrieron. Con un compañero (Krasko) aguardando en el punto de aterrizaje, e informando constantemente a los de arriba sobre los partes del tiempo, dirección y fuerza del viento, etc, por radio, el 24 de febrero Rozov se lanzaba al vacío, con un traje especialmente diseñado para planear sobre el vacío durante, seguro, interminables segundos para él…
Unos segundos después aterrizaba junto a Krasko, mientras el resto de sus compañeros tardaban algunas horas más, tras recoger bártulos y realizar un descenso, digamos, más convencional. Objetivo conseguido, que se suma al «tráfico aéreo» que hasta ahora han registrado las agujas patagónicas, como por ejemplo, el vuelo de Dean Potter desde El Mocho.




Fuente: mountain.ru