Escalar una nueva vía pretendida por muchos no está al alcance de todo el mundo. Probablemente, aquellos capaces de hacerlo figuran entre los que dominan el aspecto técnico y físico, pero con toda seguridad son los más motivados. Martín Elías define la línea de Memento mori, que para siempre ya será “su” vía –y la de Unai Mendía y Albert Salvadó-, como “la vía soñada del Circo, desde que vivo en este lado del Pirineo, en el bar de Gedre, al calor del fuego y de las cervezas, oía las historias de los grandes pirineístas contando la vez que intentaron escalar esa vía; ahora, algunos años después y tras varios golpes de suerte, somos nosotros los que damos con el itinerario”. “Repito, no deja de ser un golpe de suerte”, recalca el riojano afincado en Pau.

Los tres alpinistas necesitaron dos fines de semana para completar la apertura. Como ya ha quedado claro, la idea fue de Martín Elías, que consiguió reclutar a sus amigos Albert Salvadó y Unai Mendía. Lo explica de este modo Salvadó en su blog: “Martín nos prometió magníficas vistas y temperaturas frescas; y una línea que todavía permanece libre pese a estar a plein feu y a pesar de los muchos pretendientes que la desean. Exige casi un día de esfuerzo alcanzarla y se defiende con muros desplomados”.
Primer asalto
El primer encuentro con la vía fue el fin de semana del 5 y 6 de febrero. Necesitaron todo el sábado para abrir huella y alcanzar la base del tercer muro de Gavarnie, donde realizaron “un vivac maravilloso”, según Albert Salvadó. El domingo, iniciaban la escalada hacia las 11 de la mañana, con un primer largo en una travesía sin complicaciones (4+), hacia la derecha de Alois, que les dejó al pie del segundo largo. Allí, dudas: “No logramos discernir el mejor recorrido, ni logramos ponernos de acuerdo”, señala Albert Salvadó, quien añade que “se produce una de esas escasas ocasiones en que los caminos que imaginamos no coinciden. De nada sirvieron ni las fotos ni la charla que tuvimos estudiando bajo el muro la línea que seguiríamos”.
Martín Elías se encarga de resolver las dudas y aventurarse “sobre roca podrida y cuarteada, 5 metros a huevo sin protección alguna, con el consuelo de una repisa pobremente nevada como colchón”, describe Salvadó. Martín, por su parte, concede que se trataba de “un comienzo en roca muy mala, pero bien protegido”, en el que necesitó colocar cuatro parabolts. Cotan la primera parte de ese segundo largo en M6, justo antes de llegar a un punto clave, en el que Unai Mendia toma el relevo de su compañero. “A medida que la roca mejora, van desapareciendo las protecciones, lo que deja una parte del largo muy expuesto si no se pitona, y una llegada a la reunión bastante picante”, explica Martín, mientras que Unai cuenta con sencillez que “nunca me ha gustado meter chapas e intenté hacerlo sin meter ninguna, pero me enmarroné y metí una chapa contra mi voluntad”. La segunda parte del largo, es un 6c/7a expo.
La reunión está al pie de un desplome que genera nuevas dudas entre los compañeros. “Comenzamos una discusión que durará toda la semana”, explica Martín Elías, quien resume que “las opciones eran dos: ir a la derecha o subir recto; a la derecha, menos estético pero más lógico, y recto, más estético pero más difícil”.
Segundo asalto
Necesitan una semana “y alrededor de 35 correos electrónicos” antes de volver a Gavarnie el siguiente fin de semana. Viernes, 11 de febrero, 5:34 de la mañana. Albert Salvadó llega conduciendo de Reus, Unai Mendia de Pamplona y Martín Elías de Pau. Consiguen abreviar mucho el trayecto a través del primer y el segundo muros por estar la huella abierta por otras cordadas, e incluso reciben la ayuda de unos escaladores franceses que se encuentran en la R1 de Alois y que les fijan una cuerda para alcanzar con mayor rapidez su punto de partida: la R2 de Memento mori.
Martín Elías explica que, una vez llegados a ese punto, “de nuevo empieza la discusión y las grandes mentiras del pirineísmo: todos los argumentos eran válidos para que cada uno apoyase su moción y, al final, nos decidimos por el camino más corto, la línea recta”. Unai apunta que “hicimos la línea recta y no la de la derecha, que era más lógica y había más hielo, por una cuestión de motivación”; simple y llanamente.
Continúa Martín con la narración: “Este largo le toca a Unai y una vez que se pone los pies de gato ( que serán imprescindibles para una repetición, asi como una isoterma elevada) en su cara se dibuja una sonrisa, y enseguida se lanza a por el desplome, ‘es todo canto chavales’, nos dice emocionado, pero hay que saber que el muchacho tiene una noción muy diferente de lo que es el canto de la que tenemos Albert y yo”. Unai, por su parte, admite que “el principio de ese tercer largo, de 35 m por una placa con un desplome continuo, es bastante expuestillo, y no es fácil escalarlo con el frío”. En total, cuatro chapas y un grado aproximado de 7b/7c, “aunque el grado está abierto a los repetidores”, advierte Unai.
En esa última chapa, no queda más remedio que colgarse para cambiar los pies de gato por las botas de dry tooling para seguir por un corto tramo de M6 hasta la reunión. Martín Elías sigue ejerciendo de narrador: “Llega a la reunión al anochecer y nos dice que los largos de hielo son fáciles, asi que fija la cuerda y remontamos ya denoche al pie de la fina capa de hielo. Creo que si hubiese sido yo quién hubiese tenido que juzgar el estado del primer largo de hielo hubiera dicho que es inescalable, que lo dejamos para otro año, pero el carácter de Unai me anima para empezar el largo, una fisura (M6) nos deja al pie del hielo fino y tras unos metros de hielo delicado puedo poner dos tornillos ecualizados y me lanzo en una plancha de hielo megafino (5+) en medio de la oscuridad total, siempre he tenido miedo a los fantasmas y allí arriba más todavía”.
Último largo y a casa sin cumbre
“El siguiente largo parece más asequible, una pequeña columna y el hielo se hace más espeso (5+), recorro otros 35 m y vuelo a montar”, cuenta Martín. Eran ya la una de la madrugada. “Ese largo, sólo lo hizo Martín”, reconoce Unai, que señala que “Albert y yo le dijimos que se bajara y que nos fuéramos para casa”. No le costó aceptar a Martín: “hacia arriba en medio de la noche y según mis calculos estoy a 5 metros de la cumbre, monto reunión y miro el reloj, son la 1:00 de la madrugada, que le den por culo ya terminarán otros la vía”.
Al final, no eran 5 m sino unos 20 m los que faltaban para salir por arriba, pero Unai Mendía lo tiene más que claro: “Para mí, la vía está hecha; arriba ya sólo queda un terreno más claro, según juzgó Martín”. El navarro resume Memento mori como “una línea que se ve mogollón; cuando escalas, la roca es bastante buena, sale totalmente en libre y eso te da aliciente”.
Albert Salvadó da la puntilla, explicando el por qué de Memento mori: “Cuentan que cuando los generales del imperio entraban victoriosos en Roma, aclamados por la multitud, transportaban a un sirviente oculto tras las bambalinas de su carruaje, quien les susurraba sin parar ‘memento mori, memento mori’, para recordarles que seguían siendo hombres, y como tales, simples mortales.”