Hace pocos días, el 3 de junio, se celebraba el 60 aniversario de la primera ascensión al Annapurna, primer ochomil ascendido por el hombre. Una ascensión mítica, no solo por tratarse del primer ochomil, sino también por el carisma de los alpinistas que formaban la expedición (Lionel Terray, Gaston Rebuffat, Louis Lachenal…) por el estilo en que la realizaron (muy ligeros) y, sobre todo, por el drama que vivieron tras conseguir la cima. Una historia recogida en uno de los libros de montaña más bellos jamás escrito: “Annapurna, primer ochomil”.
A sus 91 años, Maurice Herzog es el último superviviente de aquella expedición. Ediciones Desnivel, acaba de editar una nueva edición, corregida y revisada de este gran clásico del alpinismo. Maurice Herzog quiso estar en la presentación de este libro, traducido a sesenta idiomas, del que se han vendido más de veinte millones de ejemplares.
Estas son algunas de las respuestas que dio al público asistente al acto que se realizó en la Librería Desnivel.
¿Qué diferencia hay entre el alpinismo que vosotros practicabais en los años 60 y el actual?
Hoy en día la aventura en la alta montaña no tiene nada que ver con la que yo viví cuando era joven. No es que ahora no haya aventura sino que es diferente. Me siento feliz de haber vivido una época tan enriquecedora como la que viví. Son esos recuerdos maravillosos los que me hacen vivir aunque también tengo recuerdos malos. Tengo un extraordinario testimonio de aquel tiempo que me ha ayudado a vivir durante todos estos años.
¿Se siente orgulloso de qué otras generaciones conozcan su historia?
Es verdad que esta expedición me ha dejado maravilloso recuerdos y me tranquiliza saber que las siguientes generaciones también me van a recordar de esta manera.
Cuando uno empieza a escribir una historia nunca sabe cómo va a terminar. ¿Qué fue lo que le llevó a escribir esa última frase tan mágica que resume toda una vida y todo un libro? Esa que dice “Hay otros Annapurnas…”
Desgraciadamente no pude escribir el libro -lo dicté- porque me dolían los dedos de las manos, aunque lo peor fue perder los dedos del pie. Tuve que acostumbrarme, así que lo que hice fue adaptarme a los tiempos modernos. Soy feliz de haber vivido una aventura de este tipo. Pensé que esa frase era importante porque en la vida cada uno vive aventuras diferentes, no siempre agradables, pero tenemos que saber que hay que superar las dificultades y vivir la alegría que supone el éxito. He transmitido un testimonio importante para alentar a las nuevas generaciones sobre los valores de la vida.
Es el libro más emocionante de todos lo que he leído, está cargado de dramatismo, ¿cuál es el recuerdo más bello que tiene del Annapurna?
El mejor momento fue cuando llegué a la cumbre. Unos minutos antes de llegar aún dudaba sobre si iba a poder conseguirlo o no. Estoy muy feliz de haberlo logrado. Esta expedición cambió mi vida. Cuando llegué a la cumbre me di cuenta de que el futuro no era lo que yo creía. Todo me parecía nuevo y sentí que eso era como tener una nueva vida que empezaba ahí.
Lo que pensé en aquel momento fue que nada de lo que había vivido antes en mi vida era comparable a lo que estaba viviendo en ese instante. Todo iba a ser nuevo.
¿Crees que las generaciones nuevas hemos sido buenos herederos del legado que nos ha dejado?
Por supuesto que sí. Los jóvenes son estupendos. Mi admiración es máxima por esas nuevas generaciones y no creo tener un mal legado por parte de esos jóvenes. No es solo la montaña, hay otros Annapurnas en la vida de los hombres.
¿Cómo recuerda su experiencia en la Segunda Guerra Mundial?Durante la ocupación de Francia, estuve luchando cuatro años en la Resistencia. Todo aquello me dejó muchos recuerdos. Había hombres de grandes valores, muchos no sabían leer, y me tenían mucho respeto aunque aún no había ascendido el Annapurna. Mis recuerdos de la guerra aún los tengo muy presentes y vale la pena pensar en ellos. Es verdad que después de la guerra los hombres querían probar la aventura. Tenía grandes amigos aventureros que ahora no viven, pero que aún los recuerdo como si estuvieran conmigo.
Si pudiera…¿Cambiaría algo de aquella expedición?
No cambiaría nada. En aquella época hicimos lo que teníamos que hacer.
¿Tenían pensado Terray y Rebuffat hacer cumbre detrás de vosotros?Las cordadas se iban relevando y todos mis compañeros deseaban ir a la cima y vivir la misma aventura. Fue imposible debido al rescate que tuvieron que llevar a cabo para descendernos.
Sobre las dudas que tenía de si iba a subir o no a la cumbre, ¿Pensaba en aquel momento que igual le iban a faltar las fuerzas para bajar y eso era lo que le hacía dudar antes de llegar a la cumbre?
Al principio, en la cumbre sentí una gran emoción. A lo lejos veía las demás cumbres de ochomil metros, la mayoría de los ochomiles… Fue una experiencia única. Cuando bajé estaba contento de reunirme con mis compañeros que se encontraban un poco más abajo, y compartir con ellos la victoria.
¿Cómo fue aquel momento en que pediste a Terray que te abandonara y se salvara?
Durante el ascenso hubo un momento en que Lachenal dudo, me preguntó que haría yo si el no seguía, y yo le dije que seguiría de todas formas solo. En ese momento Lachenal decidió que me seguía, que él iba donde yo iba. Una vez en la cima el quería bajar enseguida. Más tarde tuvimos otro momento dramático, tuve la sensación que podía estar poniendo en peligro al resto de mis compañeros porque estábamos a mucha altura, pero sin embargo le animé para seguir porque el objetivo era llegar a la cumbre y volver con ese triunfo. Tengo que decir que mis amigos estaban emocionados porque al principio había diferencias entre nosotros, algunos se sentían mejores alpinistas porque eran guías, mientras que yo no lo era. Al final se dieron cuenta que esas diferencias no existían.
¿Qué recuerdo tiene de Lionel Terray?
Era una persona estupenda. Confieso que con el que me hubiera gustado subir a la cumbre era con Terray, pero era un hombre tan extraordinario que me dijo que su turno era en otro momento, porque no podíamos cambiar el orden de las cordadas. El nunca me abandonó. Al final de la expedición le llamaba “ hermano”. Cuando Terray murió en la montaña hice todo lo que pude por su familia y, antes, cuando fui alcalde de Chamonix, me encargué de que le trataran como el héroe que había sido.
¿Cómo era Rebuffat?
Más distante que los demás, el más cercano fue Terray.
Tu libro “Annapurna, primer ochomil” tuve un gran éxito…
Se han vendido más de 20 millones de ejemplares, y se ha traducido a 60 idiomas. En Estados Unidos, durante seis meses, fue el libro más vendido, incluso más que la Biblia, Estoy muy orgulloso de ello pero no me considero ni mucho menos Jesucristo (el público ríe la broma). Solo soy un hombre sencillo que hace lo que puede.
Como Ministro de De Gaulle ¿Qué nos puede contar del general?
Gracias a esta expedición tuve la suerte de conocer a grandes personajes de la historia, a quienes admiraba. Entre ellos a Fidel Castro. Con el general de Gaulle llegué a tener una gran confianza. Le admiraba mucho y trataba en persona con él todos los asuntos importantes. Era un hombre de primera categoría y uno de los personajes más grandes de la historia que he conocido. Estuve ocho años como Ministro de la juventud de Deportes. Fue una experiencia increíble porque cada semana hablábamos de los temas que más me gustaban