La alpinista austriaca Laura Tiefenthaler ha protagonizado un mes de marzo bien completo en la cara norte del Eiger. Celebró el Día de la Mujer el pasado 8 de marzo realizando una ascensión íntegramente femenina, compartiendo cordada con la alemana Jana Möhrer. Y repitió el 25 de marzo, aunque esta vez en solitario, algo de lo que solamente se tenía noticia que hubiera realizado antes Catherine Destivelle, en su histórica escalada de invierno de 1992; así como la británica Alison Hargreaves cuando, en 1993, se convirtió en la primera persona en escalar las seis caras nortes de los Alpes en una única temporada.

Retirada al primer intento
Laura Tiefenthaler estaba barajando ideas para aprovechar una ventana de buen tiempo coincidiendo con el final de su curso de guía, cuando Rolando Garibotti le propuso que volviera a la ruta Heckmair, pero esta vez en solitario. “A él le parecía una elección lógica, después de escalarla con Jana y haberme sentido tan bien dos semanas antes”, comenta en sus redes sociales, donde también explica que ella no lo veía tan claro: “Para mí, no era ni siquiera una posibilidad, aunque cuando él lo mencionó, el deseo creció inmediatamente”.
En cualquier caso, veía con claridad los obstáculos de ese proyecto: “Las dudas sobre mis habilidades y el exceso de gente en la pared estaban en mi cabeza. Sin embargo, el sueño había nacido, así que fui a echar un vistazo”.
El 24 de marzo se metió en la pared, pero se retiró: “mi mente no estaba a tope, y me las arreglé para coger la línea equivocada, perdiendo dos horas, así que abandoné para eventualmente regresar el día siguiente”.
A la segunda va la vencida
Se pasó el resto del día en la estación de tren, “mirando a los turistas, recargando y poniendo mi mente a tono; la primera regla era bajar con seguridad, la segunda divertirme, no sentirme como en un examen sino más bien ir con curiosidad”.
A la una de la madrugada del 25 de marzo, volvió a meterse en la pared. Así cuenta la ascensión que, esta vez sí, la llevó hasta la cima:
Me sentí bien. Las dudas se habían desvanecido mágicamente. Con la curiosidad como mi máxima motivación, y sabiendo que hasta cierto punto podía descender, me sentí segura de ir explorando. A medida que progresaba, la confianza fue creciendo. Me autoeaseguré en todos los largos duros y algunas secciones cortas más. Al alcanzar la Travesía de los Dioses a las diez de la mañana, supe que tenía al tiempo de mi parte. Fui más despacio, priorizando la seguridad sobre la velocidad y coroné a las cuatro de la tarde, superando mis expectativas.
Compartí la ascensión con otras tres cordadas, pero mayoritariamente pude permanecer a una buena distancia de ellas, para tener el tipo de experiencia que estaba buscando. Las adelanté en la parte inferior, tuve la mayor parte de la escalada para mí, hasta la salida, donde por precaución me autoaseguré, así que dejó que dos cordadas me pasaran de nuevo. No hubo problemas, todos fuimos amables con los demás y nos lo pasamos bien.
¡Menudo viaje! ¡Menuda experiencia!