En 2003, un austríaco de nombre Bernd Zangerl tropezaba con una joya entre los bosques de Silvretta. Una roca dorada, de cinco metros y un desplome de 45 grados le trajo de cabeza desde entonces, viviendo «poseído» por hacer propio aquel descubrimiento. Ese año se encontraba en buena forma, habiendo acumulado primeras ascensiones y repeticiones de 8b, 8b+ y hasta 8b+/c. Pero su nuevo proyecto de los Alpes austríacos, con su piedra amarilla que devoraba las yemas, se resistía, y hasta se escondía (un día apareció completamente cubierto por la nieve).
En 2004, se rompía uno de los agarres de salida, cuando Bernd estaba muy cerca del encadenamiento. «Eso fue suficiente como para comenzar a volverme loco», reconocía en su momento. El 5 de agosto del año siguiente, y ya cerca de perder la cabeza, Zangerl superaba sin caídas los siete movimientos de lo que llamaría Memento. «Un nuevo estándar para mi», confesaba, cotando el problema como «probable 8c+», aunque afirmaba que «lo dirá el futuro». Y así ha sido.
La historia continúa
En 2007, tras algún invierno duro y algunos pegues malos, Bernhard Schwaiger, un veterano con una lista de bloques duros más potente que los dedos de Dave Graham, añadía la segunda muesca a la enorme propuesta de Zangerl, sin llegar a modular el grado propuesto por éste.
Ahora, un nuevo capítulo se abre en la historia de Memento, y es también un pasaje curioso. Kornelius Obleitner, un austríaco de 19 años con mucha proyección en el búlder, se lleva la segunda repetición. El caso es que nunca antes había pasado del 8a+. No sabemos que desayunó Kornelius el 1 de julio, pero resolvía los siete movimientos, dos de ellos realmente duros, y el lance clave sobre regletas de dos dedos, pies al aire, que suele concluir indefectiblemente en un considerable y descontrolado vuelo hasta las colchonetas.
«No podía creerlo. Es uno de los momentos más increíbles de mi vida», asegura, y con razón, Obleitner después de inscribir su nombre, con grandes letras, en el granito de Silvretta. Casi más le ha costado proponer un grado que tumbar el problema, algo lógico a la vista de su anteriores encadenamientos. Por ahora se la apunta como 8c.