
Mientras el francés Lionel Daudet se encuentra en plena ascensión al Cervinodentro de su particular «Trilogía de las Directísimas», nortesdirectas en solitario y en invierno a Eiger,Cervino y GrandesJorasses -donde ya ha realizado la primera repetición de Eldoradode Babanov-, los británicos Ian Parnell y Andy Kirkpatrick acaban de escalar la mítica cara oeste de los Drus, pared que ha marcado la historia del alpinismo con realizaciones que, en diversos momentos, abrieron nuevoshorizontes con ascensiones hasta entonces impensables(Pilar Bonati, Directa Americana, solitaria de TomasGraas, etc).

La cordada británica escogió para ello la Vía Lafaille que JeanChristophe abrió en solitario el pasado invierno, «por laactividad y el compromiso: todo es más duro en invierno». Y más en laoeste del Petit Dru, que el alpinista francés considera «un laboratorio dela alta dificultad» donde «aplicar a la alta montaña los estandartesmodernos de la escalada en Yosemite«.El resultado fueron 1.000 metros abiertos en cinco días con dificultades de M7/V+/A5-unos de los escasos A5 de los Alpes-,para terminar saliendo por la cara norte clásica hasta el espolón de los Drus.En resumen, una de las aperturas invernales más duras de la cordillera alpina.
El croquis más vago del mundo

Y sí la apertura fue difícil, la en principio primera repetición no lo hasido menos. Decimos en principio, porque a la ascensión de Kirkpatrick yParnell (nominado al Piolet d’Or 2000 por una primera en el Mt. Hunter, ED+, conJulesCartwright) le faltó el crucial largo de A5 de la Vía Lafaille paraser realmente una repetición completa, a pesar de que, según losprotagonistas, no lo hicieron de forma voluntaria.
En la primera crónica de la ascensión queda patente el catálogo deobstáculos que los británicos tuvieron que superar, además de la propiadificultad técnica de la vía, que exige una buena dosis de tiradas de A4,amén del citado largo de A5 (30 m). Para empezar, no llevaban anclajesrealmente fiables para las reuniones (parabolt o spit), a lo que sumar laperdida de un petate -se precipitó al vacío desde 300 metros de altura-, larotura de una de las hamacas, nevadas constantes y, lo principal, el «topo(cróquis) más vago del mundo».
Un cúmulo de contratiempos que en la pared se tradujo en numerosas variantes sobre la línea original, y evitar inadvertidamente el crucial largo de A5 queLafaille abrió el invierno pasado. Parnell y Kirkpatrick se enfrentaron noobstante a media docena de tiradas de A4 y una de grado VII/VIII escocés, ytras 27 largos, salieron como el alpinista francés -que este año intentará Annapurnay Dhaulagiridentro de sus catorce ochomiles sin oxígeno- por la clásica norte de los Drus.