EXPLORANDO

Entrevista a Edmund Hillary en el 62 aniversario de la primera ascensión al Everest

Hoy es el 62 aniversario de la primera ascensión al Everest (1953). La recordamos con esta entrevista que hicimos a Sir Edmund Hillary (1909-2008), quien junto con el sherpa Tenzing Norgay (1914-1986) llevó a cabo esta ascensión mítica a una montaña que todos los años recobra su actualidad.

Edmund Hillary en el Festival de Cine de Torelló 1992.  (© Darío Rodríguez/DESNIVEL)
Edmund Hillary en el Festival de Cine de Torelló 1992.
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Edmund Percival Hillary, fallecido a la edad de 88 años, nació el 20 de julio de 1919 en Auckland, Nueva Zelanda, hijo de un editor que más tarde se convertiría en apicultor, y de una profesora de escuela. Tras estudiar durante dos años en la universidad decide unirse a su padre en el negocio familiar de producción de miel. La Segunda Guerra Mundial representará un paréntesis obligado durante el que Hillary servirá en la Marina, en el Océano Pacífico, a bordo de un portaaviones. Hillary se encuentra por primera vez en la montaña durante una excursión que realiza con sus compañeros de la escuela superior. A partir de ese momento aprovecha todos los fines de semana y vacaciones para escalar en las montañas de Nueva Zelanda, realizando difíciles primeras ascensiones.

En 1950 tiene por primera vez la posibilidad de escalar en los Alpes suizos y austriacos. Al año siguiente iniciará su larga relación con el Himalaya. Con otros tres escaladores de su país, organiza y financia su propio viaje para escalar en las montañas del Garhwal (India), donde realizan la primera ascensión de seis cimas vírgenes de más de seis mil metros. En ese mismo momento se está organizando en Inglaterra la expedición de reconocimiento del Everest que dirigirá Eric Shipton. Hillary es invitado a participar en ella.

Hasta este momento todos los intentos se han realizado por la vertiente norte, pero la cruel invasión del Tíbet por los ejércitos chinos había hecho inaccesible para los ciudadanos occidentales aquella antigua línea de aproximación. En el transcurso de esta expedición de reconocimiento se va a descubrir la ruta de ascenso por la vertiente sur de la montaña, que dos años después sería utilizada para la primera ascensión. Al año siguiente Hillary volverá al Himalaya para participar en la expedición británica que intentará, como entrenamiento para el Everest, el Cho Oyu (8.201 m.). No conseguirán la cima, pero para el final de la expedición Eric Shipton tendrá seleccionado el núcleo de alpinistas que formarán parte de la expedición del año siguiente.

Shipton tiene claro que contará con los neozelandeses Hillary y Lowe. Al ser sustituido Eric Shipton por John Hunt como jefe de la expedición de 1953, éste, deseoso de tener en Londres durante los preparativos a todos los miembros, está a punto de no invitar a los neozelandeses. Finalmente lo son, y lo que viene a continuación todos lo sabemos: el 29 de mayo, Hillary en compañía del sherpa Tenzing Norgay, alcanzará la cima del Techo del Mundo.

Pero su ascensión no fue en absoluto fácil. Tras ella se esconde una gran voluntad y una mejor preparación física. Sólo pocos días antes de la fecha de su ataque, Tenzing y él tendrán que realizar un gran esfuerzo para ayudar en la pared del Lhotse. Más tarde, las enfermedades que sufren diversos miembros del equipo de apoyo les obliga a trabajar muy duro en su escalada al campo IX, hasta el punto que Hillary tiene que transportar 28,5 kilos. Además, ha de cavar, sin oxígeno, la plataforma situada a 8.500 metros en la que instalarán la tienda. A la mañana siguiente, debido a un error logístico, tienen que ascender usando solamente tres litros de oxígeno por minuto, en vez de los cuatro previstos, sacando por ello menos partido a este importante elemento. Durante todo el ascenso y descenso, Hillary ha de hacer cálculos y ajustar el consumo de los equipos de oxígeno.

Explicar todo esto hoy en día no despertará el interés de nadie. Hay que situarse en aquella época, en la que la mayoría consideraba que, aún con oxígeno, a aquella altura se alcanzaban los límites de supervivencia humana. Y en aquellos límites se adentraron Tenzing y Hillary, sin saber realmente qué es lo que tenían ante ellos ni que pasaría si se quedaban sin oxígeno…

Que Hillary formara parte de la cordada de cima no fue fruto de la casualidad; según la opinión de sus compañeros era el miembro del equipo que poseía más energía, entusiasmo y nivel alpinístico.

Al Himalaya volverá en numerosas ocasiones para intentar objetivos alpinísticos. Entre otras, realizará las primeras del Ama Dablam (6.987 m.), Thamserku (6.367 m.) y Kangtega (6.767 m.), además de intentos en el Makalu (8.481 m.) y este del Everest.

También visitará el Himalaya en busca de aventura. Así, en 1968, explorará los ríos del este del Nepal utilizando dos pequeñas embarcaciones. En 1977 remontará el Ganges desde el océano hasta su nacimiento, al pie de las cimas del Himalaya. Otra tarea en la que se empeñará será en la de la búsqueda del mítico «Yeti», para llegar a la conclusión de que se trata de una criatura mitológica. Desde el año 1961 Hillary volverá todos los años al Himalaya combinando las expediciones alpinísticas con los proyectos de ayuda al pueblo sherpa. Sus esfuerzos se materializarán en 25 escuelas, 2 hospitales, 12 clínicas, numerosas conducciones de agua, construcción de puentes, altipuertos y arreglo de caminos. Asimismo trabajará en un programa de repoblamiento forestal del Parque Nacional del Sagarmatha (Everest). También colaborará duramente para recaudar fondos para la reconstrucción del Monasterio de Thyangboche, destruido por un incendio en enero de 1989.

En medio de tanta labor humanitaria llega la tragedia: su mujer y su hija mueren en un accidente de avión cuando se dirigen de Katmandú a Phaphlu. Las regiones polares también han supuesto un gran atractivo para Hillary. Dirigirá la expedición de Nueva Zelanda en la que, con cuatro compañeros, alcanzará el Polo Sur en tres tractores acondicionados. Será la primera vez que el hombre pisa el Polo Sur en un vehículo. En 1985, acompañará a Neil Armonstrong en una pequeña avioneta con la que aterrizarán en el Polo Norte. Con ello se convertirá en el primer hombre en haber alcanzando al Polo Norte, Sur y la cima del Everest.

Además de toda esta intensa actividad alpinística y humanitaria, Edmund Hillary ha encontrado aún tiempo para escribir ocho libros. Hablar de todas las distinciones y honores que se le han otorgado sería aburrido. Sí podemos reseñar que tras su ascensión al Everest la reina Isabel II de Inglaterra le nombró «Sir», que ha sido embajador de su país en la India, Nepal y Bangladesh, y que ha sido condecorado por las Naciones Unidas por su intensa labor en defensa y protección del medio ambiente. Esta tarea, lo mismo que sus proyectos de ayuda al pueblo sherpa, han ocupado un lugar fundamental en su existencia. Por ello ha sido directivo de la Fundación Internacional «World Wildlife», representante especial de la Unicef para los niños del Himalaya, y presidente honorario de «Mountain Wilderness».

La entrevista que sigue se la realizamos durante una visita que realizó a Torelló en 1992. A pesar de su avanzada edad, Hillary recordaba como si hubiera sido ayer la escalada que realizó hace cuarenta años. Pero dejémosle hablar a él…

Entrevista Edmund Hillary

«Solo éramos diez alpinistas. Un grupo pequeño comparado con expediciones posteriores»

Antes de la expedición de 1953 habías participado en el reconocimiento de 1951 que dirigió Eric Shipton. Después de formar parte de este pequeño equipo de seis personas ¿te resultó difícil adaptarte a una expedición con una estructura mucho más pesada?
La expedición de 1953 era una expedición grande, pero la componíamos únicamente trece miembros occidentales, de los que en realidad solo diez eran alpinistas. Este grupo, comparado con expediciones posteriores, es realmente pequeño. Por otra parte, tuvimos a muchos sherpas trabajando con nosotros y también empleamos bastante material. No tuve ningún problema en particular. Me sentía muy fuerte, trabajé mucho explorando el camino en la cascada de hielo, y más tarde en la pared del Lhotse. Por eso, porque había demasiado trabajo por hacer, no coincidí demasiado con los otros miembros de la expedición. Fue una expedición muy bien organizada y sus miembros formábamos un buen equipo. Todo funcionó, tuvimos suerte con el tiempo en el asalto final y conseguimos la cima.

«Tenzing era muy buen escalador. Había intentando ya en siete ocasiones el Everest»

¿Cómo era Tenzing?
Tenzing tenía una personalidad muy atractiva, muy agradable. Era muy apuesto, y en su cara había siempre una brillante sonrisa. Trabajar con él resultaba muy placentero. También era un buen alpinista, muy fuerte, con un gran historial. Probablemente, en aquel momento, era el sherpa que más destacaba como escalador. En aquella época los sherpas eran muy buenos como porteadores, pero no tanto como escaladores técnicos. Tenzing sí lo era y por tanto fue un buen compañero en la montaña, había intentado ya en siete ocasiones el Everest.

¿Fue su experiencia muy importante para ti?
Pienso que esto no representó ninguna diferencia. Era un buen compañero, escalamos juntos, pero él tampoco me dio ningún tipo de consejo o recomendación. Al principio no utilizamos a Tenzing en la parte media de la montaña, pues él estaba muy ocupado organizando a los sherpas para subir las cargas. No fue hasta el final de la expedición cuando coincidimos en la pared del Lhotse y en la parte superior de la montaña.

«No cabía duda de que Tensing y yo formábamos el equipo más fuerte y rápido. Por eso se nos encomendó la tarea de alcanzar la cima»

¿A qué se debió que Tenzing fuera tu compañero en esta escalada?
Realmente mi compañero de cordada era el otro miembro neozelandés, Georges Lowe, pero a John Hunt no le gustaba que dos neozelandeses escaláramos juntos, pues nosotros teníamos gran experiencia en hielo y pensó que era mejor que trabajáramos por separado, para de esta manera aprovechar mejor nuestra habilidad tallando peldaños en el hielo. Miré a mi alrededor y vi que Tenzing era muy fuerte y activo, comenzamos a ir juntos y realizamos unos horarios muy rápidos subiendo y bajando por la montaña. Como nos compenetrábamos bien, estábamos fuertes y éramos rápidos, de una forma natural, nos convertimos en un equipo. Después de transportar algunas cargas al Collado Sur, descendimos de la montaña y se repartieron las tareas que habría de hacer cada miembro de la expedición en los próximos días. Y se decidió que el primer equipo alcanzaría la cumbre sur y que el segundo intentaría llegar a la cima. No cabía duda de que Tenzing y yo formábamos el equipo más fuerte y rápido. Por eso se nos encomendó la tarea de alcanzar la cima.

¿Qué fue para ti lo más difícil del día de la cima? ¿El conocido desde entonces como Escalón Hillary?
Sabíamos que este «Escalón» estaba allí, porque se podía ver desde lejos. También sabíamos que podía representar un problema. Cuando alcanzamos la base del Escalón aquello parecía muy vertical, y nos encontrábamos un poco cansados en aquel momento. Pero teníamos que superarlo para llegar a la cima. De pronto me di cuenta que en el lado derecho había una cornisa hielo, y que entre ella y la roca había una especie de fisura. Decidí intentarlo por ella, con los crampones sobre el hielo y las manos en la roca. Lo fui superando así, un poco asustado, pues de romperse la cornisa caería por la vertiente del Kangchung. Al superar el Escalón fue cuando, por primera vez, estuve totalmente seguro de que alcanzaríamos la cima.

Hasta aquel momento lo único que tenía claro era que íbamos a intentarlo con todas nuestras fuerzas. Nos quedaba un largo camino pues el «Escalón» se encuentra en mitad de la arista somital que parte de la cumbre sur, y aún no podíamos ver la cima. En aquella época el material no era muy sofisticado y tuvimos que hacer un gran trabajo tallando escalones. En esta tarea yo tenía una gran experiencia pues en Nueva Zelanda había tallado en el hielo muchos escalones. Así que continué tallando, intentando adivinar donde se encontraba la cima. Finalmente superé una gran banda de nieve y pude ver que, delante de nosotros, la arista terminaba y al fondo se veía el gran plató del Tíbet. Miramos a la derecha y vimos una pequeña loma de nieve de unos quince metros, tallé peldaños en ella y me encontré en la cima.

«Llevábamos crampones de diez puntas, sin puntas delanteras, y tampoco los piolets estaban muy evolucionados» 

¿Tan importante era esta labor de tallar peldaños en el hielo?
Durante toda la expedición trabajamos muy duro realizando esta tarea pues llevábamos crampones de diez puntas, sin puntas delanteras, y tampoco los piolets estaban muy evolucionados. Ahora hay un material que permite ascender por hielo totalmente vertical, algo que en aquella época no nos era posible. Ascendíamos tallando peldaños, y por ello la escalada era, desde luego, más difícil y más lenta.

«Aún con oxígeno artificial, no sabíamos si nuestro cuerpo lo podría soportar»

¿Hasta qué punto fue importante el oxígeno artificial en esta escalada?
Este fue uno de los mayores problemas a los que nos tuvimos que enfrentar. Realmente era una barrera psicológica. No sabíamos si, aún empleando oxígeno, podríamos alcanzar la cima del Everest. Todos los médicos nos habían dicho que esta cima representaba el límite absoluto en el que una persona podría sobrevivir. Por eso, aún con oxígeno artificial, no sabíamos si nuestro cuerpo lo podría soportar. Pero, mientras ascendía, a pesar de utilizar oxígeno, me sentí fuerte y no me pareció que pudiéramos sufrir una lesión grave. Y cuando por fin nos encontramos en la cima, para tomar fotos, me quité la máscara de oxígeno durante quince o veinte minutos, y no tuve ningún problema.
Lo único que noté, cuando llegó el momento de descender, y me puse de nuevo la máscara, fue que todo parecía brillar mucho más, como si la luz fuera ahora más potente. Obviamente el oxígeno tenía efectos y me hacía ver mejor.

¿Pensaste en aquel momento que sería posible alcanzar la cima del Everest sin oxígeno?
En aquel momento no nos lo planteamos. Pero cuando nos encontramos abajo pensé que sería posible para gente que estuviera muy bien aclimatada, y de hecho así ha sido.

¿Piensas que Mallory e Irvine alcanzaron la cima del Everest?
Nadie lo sabe. Pero hablando con gente como Eric Shipton, quien visitó aquella parte de la montaña en los años treinta, me dijo que él no pensaba que hubieran alcanzado la cumbre. Más tarde encontraron un piolet que no podría haber caído de la cima, aunque desde luego no sabemos si cayó durante el ascenso o descenso. Pienso que nadie sabrá nunca con seguridad qué es lo que realmente pasó.

«Durante cuatro años, antes de ascender el Everest, había llevado a cabo todo tipo de aventuras. Y después continué realizándolas»

¿Cambió el Everest tu vida?
No completamente. Durante cuatro años, antes de ascender el Everest, había llevado a cabo todo tipo de aventuras. Y después continué realizándolas. La gran diferencia para mí fue que, debido a la publicidad, a partir de este momento me resultó mucho más fácil conseguir ayuda para todo tipo de proyectos: expediciones a la Antártida y al Himalaya, construcción de escuelas, hospitales… Gran parte del dinero que conseguí para estos proyectos fue gracias a haber alcanzado la cima del Everest en 1953. Por eso, aun habiendo participado en muchas expediciones que disfruté tanto como la del Everest, tengo que reconocer que el haber alcanzando esta cima ha jugado un papel primordial en mi vida.

¿Cómo era John Hunt?
Nunca había oído hablar de él antes de la expedición. Era, como me di cuenta después, un escalador experimentado, un buen organizador, y tenía una personalidad agradable. Era oficial del Ejército, pero no se comportó como tal y tampoco nosotros hubiéramos aceptado recibir órdenes pues éramos todos gente muy independiente. Te preguntaba siempre tu opinión, hacia sugerencias y te animaba si habías realizado un buen trabajo. En este sentido pienso que fue un líder excelente. Aunque soy de los que creen que de haberse mantenido a Eric Shipton como jefe de la expedición también hubiéramos alcanzando la cima.

«John Hunt sabía muy bien cómo tratar a la gente y me habló de una forma que me conquistó»

¿A qué se debió el hecho de que Eric Shipton fuera retirado como jefe de la expedición de 1953?
En realidad a Eric Shipton no le gustaban las expediciones grandes. Era un hombre que disfrutaba los viajes de exploración. Por eso, en 1953, cuando se estaba poniendo en marcha toda la organización, ésta iba un poco lenta porque Eric no estaba muy interesado en los preparativos de este viaje tan complicado. Y en Londres, el comité organizador del Alpine Club y de la Royal Geographic Society se mostraron preocupados por la lentitud con la que se desarrollaba todo. Por eso decidieron sustituir a Eric Shipton. Le dijeron que iban a poner a otra persona como jefe de expedición.

Este nuevo jefe era John Hunt del que ninguno, él tampoco, habíamos oído hablar antes. Pero la forma en que se hizo no fue muy correcta, por eso aquellos de nosotros que sentíamos un gran respeto por Eric Shipton no nos sentimos muy contentos. Pero fue algo en lo que John Hunt dio la talla. Cuando me encontré con él en Katmandú, mi sentimiento era: «bueno… vamos a ver cómo es este hombre del que nunca he oído hablar antes, que para colmo es oficial de la Armada, un tipo de gente que no me gusta mucho…». Al vernos por primera vez en Katmandú él vino a mi encuentro, me estrechó fuertemente la mano y me dijo: «He estado esperando, durante mucho tiempo, la oportunidad de conocerte.» Entonces pensé: «Quizás sea una buena persona». John Hunt sabía muy bien cómo tratar a la gente y me habló de una forma que me conquistó.

«Me sentí contento de haber vivido una época en la que tomábamos las decisiones por nosotros mismos»

¿Qué sentiste al enterarte de que, el año pasado, el mismo día alcanzaron la cima del Everest más de treinta personas?
Pensé que las cosas habían cambiado y no para mejorar, pues no resulta agradable coincidir con mucha gente en la misma montaña. Me sentí contento de haber vivido una época en la que tomábamos las decisiones por nosotros mismos, de esta manera nos enfrentábamos a los problemas y teníamos que luchar por la cima. Ahora muchas expediciones siguen, simplemente, las huellas de otra gente. Hay muchas cuerdas fijas, escaleras, trazas, y los alpinistas van unos detrás de otros, como si fueran turistas. Para nosotros la solución de todos los problemas que nos planteaba la montaña estaba en nosotros. Por eso pienso que encontrábamos una gran satisfacción en solucionarlos.

¿Qué piensas de las expediciones comerciales?
No me gustan en absoluto. En ellas, si estás fuerte y tienes dinero (casi tres millones de pesetas), puedes ser «llevado» a la cima.

Después del Everest te convertiste, de alguna manera, en un profesional de la escalada y la exploración…
Sí, pero no trabajaba llevando a otras personas sino dirigiendo a mi equipo de alpinistas, quienes tenían una gran experiencia en escalada y exploración. Era simplemente el jefe y organizador de estas expediciones.

¿Cuál ha sido tu escalada más difícil en el Himalaya?
Me resulta difícil contestar esta pregunta. Cada montaña representa un reto distinto, lo importante es tener la suficiente experiencia y conocimientos para ser capaz de reaccionar correctamente si te encuentras en una situación difícil o peligrosa. Por ejemplo, Reinhold Messner es muy bueno. El tiene una gran habilidad como alpinista pero también parece haber sabido siempre cuándo tenía que abandonar. Por eso Reinhold Messner sigue vivo cuando de otra manera, quizás, estaría muerto.

«En cierto sentido, tuvimos mucha suerte con el periodo que vivimos»

¿Estás contento de haber vivido una época en la que había mucho por explorar?
Pienso que, en cierto sentido, tuvimos mucha suerte con el periodo que vivimos. Cuando fuimos por primera vez al Himalaya Indio, en 1951, mirábamos a nuestro alrededor y había docenas, quizás cientos, de montañas que nadie había escalado jamás. Nos levantábamos por la mañana, contemplábamos una montaña de siete mil metros que nos parecía bella y pensábamos: «Mañana intentaremos escalarla». De esta forma escalamos seis montañas vírgenes de entre siete y siete mil quinientos metros, algo que hoy en día prácticamente resulta imposible. Por eso pienso que fue una suerte vivir aquella época. Lo mismo pasaba en la Antártida. Fuimos en tractores hasta el Polo Sur, y recorrimos glaciares y platós en los que nadie antes había estado. Incluso ahora en la Antártida es difícil visitar zonas vírgenes.

«Cada expedición tiene el compromiso de traerse de la montaña todo lo que ha llevado, e incluso lo que puedan de lo que han dejado otras personas». 

¿Qué piensas respecto a la situación en la que se encuentra el Himalaya hoy?
Aquello es un paraíso al que han ido demasiadas expediciones, muchas de las cuales han abandonado tras de sí gran cantidad de basura. Esta se amontona incluso en el Collado Sur. El Everest es el mayor basurero del mundo. Pienso que todos los montañeros deben aceptar la responsabilidad de que esto no puede continuar así. Cada expedición tiene el compromiso de traerse de la montaña todo lo que ha llevado, e incluso lo que puedan de lo que han dejado otras personas.

¿A qué se debe tu interés en ayudar a los sherpas?
Mis padres fueron gente muy respetuosa que creían firmemente que teníamos una gran responsabilidad con la gente de otros países, especialmente con los del Tercer Mundo. Me eduqué con esta actitud. Pasé largas temporadas en poblados sherpas donde me di cuenta de que los niños no recibían ningún tipo de educación, de que tampoco había ningún tipo de asistencia médica, y muchas otras cosas de este estilo. Decidí que debía intentar ayudarles. Hablé con los sherpas y les pregunté si podía hacer algo por ellos. Y se mostraron de acuerdo en que necesitaban una escuela. En 1961 reunimos el dinero necesario para construir la primera escuela de la zona. La gente comenzó a viajar durante días desde otras aldeas para decir que ellos también necesitaban ayuda. Hasta ahora hemos construido 25 escuelas, dos clínicas, dos hospitales, muchos puentes…

«Lo más trascendente de mi vida tengo que reconocer que fue el ayudar a la gente de la montaña a que tengan escuelas, centros de salud…»

Quizás esto haya sido lo más importante de tu vida…
Cuando miro atrás me doy cuenta de que he disfrutado la aventura, he disfrutado el miedo que he pasado en muchas ocasiones… pero cuando intento analizar qué ha sido lo más trascendente de mi vida, tengo que reconocer que fue el ayudar a la gente de la montaña a que tengan escuelas, centros de salud, incluso el hecho de recaudar fondos para que pudieran reconstruir sus monasterios.

¿Piensas que debiera haber más restricciones a las expediciones en determinadas zonas para impedir su masificación?
Estoy firmemente convencido de ello. También lo está el gobierno nepalí, quien ya ha anunciado que va a restringir el número de expediciones. Cuando estuve en el glaciar del Khumbu hace unos meses, había catorce expediciones en el campo base, para mí esto resulta totalmente ridículo pues supone hablar de cientos de personas. Por eso pienso que es importante que el gobierno nepalí limite el número de expediciones que puede haber en una montaña. Pero también menos expediciones significa menos dinero para los sherpas… Sólo unos pocos sherpas participan en las expediciones. La mayoría de ellos viven del trekking y del turismo. Ahora mismo hay tanto trabajo para los sherpas que no dan abasto. Pienso que hay que controlar un poco también el trekking y el turismo, pero no debe limitarse de la misma manera que las expediciones pues éste es más importante ahora para los sherpas.

«El alpinismo se ha convertido en un deporte más competitivo, pero la escalada de una ruta de gran dificultad sigue constituyendo un gran reto»

¿Piensas que todavía hay en el mundo lugares que explorar?
Los exploradores modernos buscan y encuentran otros retos. Por otra parte, los alpinistas cuentan ahora con un equipo y material más sofisticado, con el que pueden realizar escaladas mucho más difíciles, que a nosotros -hace cuarenta años- nos hubieran sido imposibles. Por eso pienso que ahora mismo hay retos tan importantes como los que había para nosotros hace muchos años. Pero ahora el reto es más deportivo. El alpinismo se ha convertido en un deporte más competitivo, pero la escalada de una ruta de gran dificultad sigue constituyendo un gran reto. Pienso que el escalador moderno sigue encontrando grandes motivos de satisfacción en las nuevas rutas que abre.

¿Cómo fue la experiencia que viviste en el Polo Sur?
En muchos aspectos muy parecida a la que se vive en una expedición al Everest. Tienes que luchar con la nieve y el hielo, en grandes cantidades, pero en la Antártida el frío es más intenso, la estancia es también más larga, y siempre teníamos que prestar gran atención cuando conducíamos los vehículos por los platós polares con zonas de grietas. De caer en una con un vehículo de estos eras hombre muerto. En la Antártida tienes que permanecer atento durante meses, mientras que en el Himalaya los riesgos son más inmediatos, está la avalancha, la grieta, la caída en una pendiente vertical…

«Hemos sido muy poco cuidadosos en lo que respecta a la protección del mundo en que vivimos»

¿Por qué decidiste ir al Polo Norte en avioneta?
Fue en 1985, tenía 66 años y me ofrecieron la posibilidad de participar en este viaje junto con Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna. No fue una gran aventura en el sentido clásico – pues la verdad es que yo no desempeñaba una labor concreta en ella- pero sí en el tecnológico. Navegar hasta aterrizar en el Polo Norte, esto fue la aventura más importante. Aterrizar en el hielo y caminar por allí muchas millas fue una gran experiencia. Fue una vivencia interesante aunque fácil para mí. Con ella fui la primera persona en haber estado en la cima del Everest, Polo Norte y Polo Sur.

¿Qué piensas de la relación que mantiene el hombre con el mundo? ¿Está terminando el ser humano con él?
Hemos sido muy poco cuidadosos en lo que respecta a la protección del mundo en que vivimos. He trabajado mucho y me he sentido muy preocupado por los problemas ecológicos. Cada día, lo mismo que mucha gente, me he sentido más preocupado por la ecología. Todos los seres humanos deben aceptar que tienen una responsabilidad para proteger el medio natural, para reparar los graves daños que hemos causado, y para impedir que nada se destruya más de lo que ha sido hasta el momento. Hemos contaminado los océanos, la tierra e incluso el aire. Por eso pienso que la humanidad debe hacer algo ahora para solucionar estos problemas.

«En 1991 di seis veces la vuelta al mundo. En 1992 viajé algo menos: sólo di cinco veces la vuelta al mundo»

¿Qué haces en estos momentos?
Doy muchas conferencias y paso mucho tiempo trabajando para conseguir fondos para los proyectos que tenemos de apoyo a la gente del Himalaya. Trabajo viajando por todo el mundo persuadiendo a la gente para que aporte fondos para continuar con estos proyectos. En 1991 di seis veces la vuelta al mundo. En 1992 viajé algo menos: sólo di cinco veces la vuelta al mundo.

¿Qué mensaje te gustaría transmitir a la gente joven?
A la gente joven le cansa que le hable la gente mayor y les llene de consejos. Pero yo les diría que no es mala idea aprender de los conocimientos que tienen quienes han vivido más. Escuchar lo que han hecho y lo que recomiendan, sus consejos respecto al tiempo, las avalanchas… Que tengan en cuenta aquello con lo que estén de acuerdo a la hora de realizar sus proyectos. Que hagan lo que sientan dentro de sí pero que se aprovechen de la ventaja que les puede suponer contar con la experiencia de generaciones de escaladores. Que no les importe empezar otra vez desde el principio. Que utilicen esta experiencia antes de partir a realizar sus propios retos.

Falleció Sir Edmund Hillary.

 

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Comentarios
3 comentarios
  1. Es tipico de Occidente menospreciar a Tenzing, cuantas veces intento Hillary el Everest antes del 53, cuantas veces Tenzing intento subir a Chomolougma ? Tenzing es el hombre clave de estas expediciones….. Hillary su acompañante. Esta es una historia de colonialismo , donde Tenzing mando a la mierda a la reina !!!!! Buena Tenzing !!!!! Pero ustedes ya están grandes , en vista de las tragedias de Nepal este articulo ignorando una vez mas a Tenzing demuestra la perspectiva colonial. Ya superenlo


 

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