
Rosa Fernández Rubio es una asturiana más bien menuda y fuerte. De carácter tranquilo. Conquistar las Siete Cumbres no fue su proyecto inicial, ella quería escalar el Everest. Su primer intento fue en 2003, alcanzó los 8.600 metros y tuvo que retirarse. Era el 50º aniversario de la primera cumbre y quería ser la primera. No pudo ser. Eso sí, fue la primera en 2005. La ascensión más temprana de la temporada al Everest, acompañada por un inseparable sherpa de nombre Dawa. Él la llamaba Didi (niña).
Cuando hollaron la cima, Rosa fue manteada. Manteada a 8.848 metros, tras abrir parte de la huella por la cara Norte y bajo unas difíciles condiciones climáticas. Rosa nos lo contaba en una entrevista, aprovechando que venía a presentar su libro Mi Everest, donde Mario Díaz Braña, amigo y periodista asturiano, quiso plasmar lo que ella calificaba como «el sueño de su vida». Era la sexta española en alcanzar la cima de la montaña más alta. «Ahora, al mirar hacia arriba, la montaña le impresiona aún más, y opina que es la montaña mas bonita de la tierra, que lo tiene todo; altura y riesgo, muchísimas posibilidades sin explorar, paisaje, historia… es la primera en todo”, exponía el marido de la alpinista tras conocer el interés de Miss Hawley, célebre cronista de las ascensiones en Himalaya, por la aventura de Rosa.
Por aquel entonces, y no hace tanto, aún tenía pendiente el Vinson y el Kilimanjaro y habían caído el Aconcagua (América del Sur), el Elbrus (Europa), la Pirámide de Carstenz (Oceanía) y el McKinley (América del Norte). En menos de dos años, la asturiana estaba a punto de convertirse en la primera española que alcanza las Siete Cumbres, las siete cimas más altas de cada continente. Antártida incluida. La última fue el techo africano, el Kilimanjaro. Llegando a su cima a las 7:40 horas de un lunes de mediados de febrero, Rosa finalizaba su tentativa. Lo próximo….¿la sur del Shisha?.
Compañeros de viaje
La montañera de Cangas de Narcea conquistaba el Denali o McKinley, duro ascenso de 6.174 metros, junto a dos americanos, el 1 de Junio de 2006. Había acudido a sus laderas junto a otra mujer que trataba de apuntarse las Seven Summits. Conocía a Danna en una escalada en Anchorage y juntas emprenderían su ataque a la cumbre más alta de Norteamérica, pero tras un porteo a 400 metros del campo alto, Danna comenzó a sentirse mal. Esa noche durmió con oxígeno y al día siguiente fue evacuada. Dos día después, Rosa pisaba la cima.
Hubo más compañeros en su viaje. Iván hizo cumbre con Rosa en el Elbrus. El pico que se levanta más de 5.700 metros en el Caúcaso era vencido el 19 de septiembre del pasado año. Su guía ruso, rápido y fuerte, la seguía hasta los últimos pasos declarando que era un honor para él acompañarla. Eran las dos de la tarde cuando la asturiana se encontraba en el punto más alto del viejo continente.
La Pirámide de Carstenz se esconde en Irian Jaya, antigua Nueva Guinea Occidental. Envuelta por bosques vírgenes, la cumbre eriza sus 5.029 metros abrazada por el resto de las Maoke Mountains (Central Higlands). En 1962, Harrer y Temple conquistaban la cima, tras 14 horas de escalada, que J.Carstenz había divisado desde su barco -bandera danesa- en 1623. Esta montaña no entraña una dificultad técnica brutal, pero su situación remota, los conflictos políticos de la zona y las lluvias torrenciales post meridiam hacen del pico más alto de Oceanía un lugar imprevisible. A las dos de la mañana 18 de Julio de 2006, Rosa Fernández (1960) se lanza a la arista cimera. Ha dejado de llover. El cielo se ha ido despejando y la luz baña la roca. Desde la cima se contempla una hermosa y maltratada región.
Momentos duros

El Aconcagua también cayó en el 2006. Hacía cumbre el 21 de enero. Tuvo algunos problemas en la rodilla (un derrame de cierta entidad le complicó el descenso) y no fue una expedición tan grata. Bajando, vio morir a un guía suizo que había palpado la nieve más alta de Sudamérica el día anterior. Poco antes se habían rescatado a once personas con edema pulmonar o cerebral. «La locomotora de FEVE» -apodada cariñosamente- salía del Nido de Cóndores (5.400 m.) y alcanzaba los 6.959 metros en solitario, en diez días de expedición y sin aclimatación.
Una breve llamada telefónica de madrugada a su domicilio en Oviedo, confirmaba el logro. Rosa llamaba desde el campo alto del monte Vinson, alegre tras la coronación de la cumbre más alta de la Antártida. Más de 5.000 metros, en el continente helado, que la asturiana vencía el pasado diciembre. Sólo restaba el Kilimanjaro. La tardía pasión de esta alpinista, que se iniciaba con las excursiones familiares junto a su marido Javier Morán y a su hija Noemí, la convertía en la candidata a convertirse en la primera mujer española en realizar las Siete Cumbres. Y así ha sido. Entre monos e iguanas, partía el lunes 12 de febrero desde el refugio de Kibo hasta el Uhuru Point (5.895 m.). Tras alguna baja por mal de altura e indisposición, la alpinista se hacía con la cima del Kilimanjaro.
Rosa Fernández se une a un club iniciado por el canadiense Pat Morrow, que se convertía en agosto de 1986 en la primera persona que culminaba el circuito. Le seguiría Reinhold Messner, cuatro meses más tarde. El primer español fue Ramón Portilla, allá por marzo de 1994. Ahora, esta mujer patrocinada por la Dirección General de Deportes del Principado, FEVE y la cadena de alimentación Masymas y que también cuenta en su haber con la cumbre del Makalu y del GII, ocupa uno de los pocos sillones femeninos de dicho club.
Fuente: rosafernandezrubio.com