UNA HISTORIA DE AMOR Y ALPINISMO

Nives Meroi y Romano Benet: “Tenemos sueños en la montaña para llenar la próxima vida”

El Annapurna ha cerrado la lista de los Catorce Ochomiles de Nives Meroi y Romano Benet, la primera pareja en hacerlos todos conjuntamente y sin oxígeno. En esta entrevista empezamos por ahí, pero la conversación se extiende a la interesante vida que tienen detrás.


Darío Rodríguez/DESNIVEL | No hay comentarios |

El pasado mes de mayo Nives Meroi y Romano Benet llegaron a la cima del Annapurna y consiguieron el último ochomil que les faltaba para completar los Catorce. Junto a ellos estaban Alberto Zerain, su compañero Jonatan García y dos alpinistas chilenos, Sebastián Rojas y Juan Pablo Mohr. Aprovechamos su presencia en las Jornadas Montaña Moralzarzal que organiza Carlos Soria para conversar con ellos. Siempre que hemos coincidido con Romano y Nives se han mostrado igual: amables, sonrientes, sencillos, cercanos… dispuestos a conversar y transmitir sus vivencias en la montaña y en la vida.

Como pareja han conseguido algo único que no ha conseguido antes ninguna otra cordada: alcanzar la cima de los catorce ochomiles juntos. Y lo más importante de todo: juntos han superado la grave enfermedad de Romano, una enfermedad que le ha mantenido cinco años alejado de la montaña y pudo superar gracias a dos transplantes de médula (el primero no funcionó) del mismo donante anónimo. Un donante al que consideran el tercero de la cordada de sus últimos ochomiles. Un donante sin el que jamás hubieran superado este quince ochomil como denominan a la gravísima enfermedad de Romano.

Antes de partir al Nanga Parbat, su última expedición, tuvimos la oportunidad de mantener una larga conversación con Alberto Zerain quien nos transmitía pensamientos parecidos a los de Nives y Romano respecto a la ascensión al Annapurna que habían reailzado juntos.

Como es natural empezamos la conversación con ellos hablando de esa expedición: del equipo improvisado que formaron y de lo bien que funcionó.

Romano: «El Annapurna ha sido un ochomil muy bello porque era el último. La expedición fue muy buena pero también peligrosa y cansada. No estamos acostumbrados a arriesgar tanto y este año creo que nos hemos expuesto más que en otros ochomiles. Esto es lo que menos nos ha gustado, el resto ha sido una aventura con compañeros estupendos».

Nives: «Ha sido muy bonito porque nos encontramos seis personas en el campo base que no nos conocíamos, salvo a Alberto Zerain, con el que estuvimos en el Kanchenjunga en 2009. No sé cómo explicarlo, se creó una especie de magia, sin conocernos, con idiomas distintos, edades diferentes, nació una unión maravillosa y conseguimos llegar los seis a la cima. Y esta ha sido una de las cosas más importantes y bonitas de la salida. Porque el Annapurna es peligroso».

Después, Nives y Romano hacen memoria para hablar del camino que han recorrido, donde hay un hito tan importante como una cumbre. En medio de su proyecto, Romano sufrió una enfermedad grave que amenazó con parar su carrera de alpinista. Ellos cuentan cómo lo afrontaron y como siguió después su carrera en las montañas…

«El descenso fue muy difícil, la montaña tenía mucha carga de nieve»

R: «Es una montaña bella, alta, pero muy peligrosa por cualquiera de sus vertientes. Como dice Nives, este año fuimos un equipo perfecto. No nos había pasado nada así en todos estos años de expediciones. Trabajamos juntos para limitar los peligros: unos aportábamos experiencia, luego estaban los jóvenes que pisaban un ochomil por primera vez pero que eran muy buenos técnicamente. La experiencia y la técnica nos permitieron movernos bien en la pared del Annapurna».

N: «¡Y el entusiasmo de los jóvenes!»

R: «Y su entusiasmo. Tras la salida, encontramos un tramo bastante seguro y protegido, pero mientras ascendimos nevó cada tarde. El descenso fue muy difícil, la montaña tenía mucha carga de nieve y no había visibilidad. Estábamos en la niebla, no podíamos ver el camino que habíamos recorrido al subir, y es entonces cuando tuvimos que echar mano de mi experiencia, la de Nives y Alberto».

¿De qué montaña guardaís mejor recuerdo?

R: Cuando me preguntan cuál ha sido la montaña más bella en la que he estado, digo que el Kanchenjunga, fue allí donde volví al alpinismo de altura después de mi enfermedad. Un año antes no sabía si podría hacer montaña otra vez, y volver a ese objetivo, donde nos paramos en 2009, fue un regalo muy bello.

N: Estuvimos solos en la cima del Kanchenjunga pero dijimos que en realidad éramos tres. También estaba el joven desconocido que decidió donar médula a Romano y darle una posibilidad de vida. La donación de sangre, de médula o de los órganos nos parece la cosa más revolucionaria que uno puede hacer en este tiempo, en esta sociedad que está basada en el cambio. Ese joven decidió donar su médula sin saber dónde iría: a alguien simpático, antipático, un trabajador, un jefe. Solo sabía que sería alguien que la necesitaba. Esta alianza entre los seres humanos da esperanza a la humanidad.

«No necesitamos hablar para saber si hay que parar, seguir o reposar»

R: Han sido cinco años de médicos. Dos que pasé en el hospital. Los doctores no pensaban que pudiese volver a hacer vida normal. Yo estaba seguro de que podría, ¡y el tiempo me ha dado la razón! He vuelto igual que antes, incluso mejor. El único problema es que ahora empiezan las cosas de la edad.

¿Cómo es hacer alpinismo en pareja?

R: Salir a la montaña con una persona que no solo es tu compañera de vida, sino de cordada, hace que la conozcas perfectamente. Sabes cómo se comporta, cómo se mueve, es mucho mejor que salir con un compañero con el que no sabes seguro hasta dónde puede llegar. Nosotros nos conocemos tan bien que no necesitamos hablar para saber si hay que parar, seguir o reposar.

N: Nosotros escalamos juntos desde que teníamos 18 años. ¡Hablamos del siglo pasado!

R: Ni siquiera las cordadas consiguen ser tan longevas, quizá porque no hay competitividad entre nosotros. En cordadas masculinas hay veces que emerge la competitividad, mira Messner y Kammerlander, por ejemplo. Los alpinistas más fuertes no suelen ser capaces de escalar juntos mucho tiempo cuando los dos tienen el mismo nivel.

N: ¡Porque tú siempre estás delante! De hecho, cuando le preguntan cómo se lleva eso de ser marido y mujer en alta montaña, si se discute, Romano siempre dice: «Basta con estar 200 metros por delante …»

R: A Nives le gusta decir que el secreto de nuestra cordada es tener el coraje de renunciar. La montaña es peligrosa, y saber renunciar a ella cuando ves que el peligro es demasiado grande es lo que nos ha salvado la vida. Muchas veces nos hemos dado la vuelta demasiado pronto, pero más vale tener que ir dos veces que no volver más.

«Nos apetecería seguir hasta que nos den las fuerzas, nos gusta la altura»

¿Cómo arrancó vuestro proyecto de los Catorce Ochomiles?

N: Cuando empezamos no imaginábamos ni siquiera poder escalar un ochomil, luego hicimos el primero, nos entraron ganas de conocer otro… Hacer los Catorce nunca fue un proyecto en sí, llegaron uno después del otro. El hecho de hacerlos todos, juntos, y después de las vivencias que ha habido en medio, ha sido un bonito sueño que hemos conseguido cerrar juntos. Pero ahí acaba. Lo que siempre decimos es que era una bonita aventura, pero ha sido una etapa más de nuestra trayectoria, las ganas de seguir en montaña continúan. Tenemos sueños para llenar la próxima vida.

¿Qué os gustaría hacer?

R: No somos profesionales y no podemos hacer un plan para la próxima expedición. Claro que nos apetecería seguir hasta que nos den las fuerzas, nos gusta la altura, nos encantaría hacer cosas nuevas, como las caras norte en el Karakórum, donde hay tanto que hacer. Pero es complicado y muy caro. No obstante, están otras vertientes en los ochomiles donde se pueden abrir vías nuevas. Basta con tener un poco de fantasía.

¿Vuestro ochomil más peligroso?

Es difícil decir si fue el Dhaulagiri o el Annapurna, pues en ambas nos encontramos con mucha nieve… El Kangchenjunga ha sido el más dificil tecnicamente, los últimos cien metros los hicimos sin cuerda fija en estilo alpino.

¿Cuál es vuestra montaña más bonita?

R: Estéticamente, el K2 por su vertiente norte, aunque la primera vez no fuimos capaces de llegar a su cima. Éramos jóvenes y teníamos la inconsciencia propia de la edad. No sabíamos cómo íbamos a reaccionar en altura y cuando nos vimos allí nos dimos cuenta de que nos encontrábamos bien. No llegamos a la cima por un poco. Era una vía casi toda nueva y nos faltó la experiencia para saber elegir el material que hubiéramos necesitado para superar ciertos pasos. Nives dice que quizá fue lo mejor para ser la primera vez. Si hubiésemos hecho cumbre la primera vez en nuestro primer ochomil habríamos pensado que éramos demasiado buenos y se nos habría subido a la cabeza. La montaña nos puso en nuestro lugar.

«La relación entre los alpinistas y los turistas de altura es complicada»

Habéis mantenido un estilo constante durante todos estos años…

N: Sí, sin oxígeno y sin porteadores de altura, tratando de ir lo más ligeros posible. Montamos la tienda por la noche, la desmontamos por la mañana y seguimos hasta el último vivac antes de la cima. Así lo hacemos, y de momento nos ha ido bien.

¿Cuál ha sido la peor?
R: La experiencia del Makalu en 2016 fue una de las peores. Fue bella porque íbamos por nuestra cuenta, ligeros, pero la atmósfera en el campo base con las expediciones comerciales no era buena. Por eso creo que no volveremos a plantearnos un proyecto donde haya expediciones comerciales en el campo base. La relación entre los alpinistas y los turistas de altura es complicada.

Traducción: Ana Torres

Para conocer mejor a Nives Meroi y Romano Benet

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