Alpinista, fotógrafo y cineasta, Kurt Diemberger es el único alpinista vivo que cuenta en su historial con la primera ascensión de dos ochomiles —Broad Peak y Dhaulagiri—. Acaba de recibir un premio honorífico que reconoce sus aportaciones al cine de montaña y, en la entrega, que se celebró en Bilbao dentro de los actos programados en el Mendi Film Festival, coincidimos con él. La conversación derivó hacia el libro Entre cero y ocho mil metros, que recoge sus vivencias y recuerdos de juventud.

El Gran Merengue fue el primer proyecto de tu vida que te abrió puertas…
El Gran Merengue era un champiñón enorme, como una casa. Era un imposible que quise superar, volverlo posible. Desde que era un joven buscador de cristales tuve la voluntad de la exploración, por eso quería saber cómo era el interior de ese merengue, qué se sentía al estar dentro. Era como una iglesia enorme de hielo grande y azul. Ahora se ha caído.
Gracias a aquel proyecto Hermann Buhl te invitó a una expedición al Broad Peak.
Hermann Buhl era la leyenda de los ochomilistas, el único hombre en la historia que ascendió un ochomil en solitario, el Nanga Parbat. Supo que yo había hecho la primera al Gran Merengue y me dijo que fuera con él al Himalaya a escalar un ochomil en un estilo nuevo, en estilo alpino, que en ese momento significaba sin porteadores y sin oxígeno, solo tres o cuatro amigos. Así fue como hicimos el Broad Peak. Aquel estilo alpino no es el mismo de ahora porque nosotros tuvimos tres campamentos de altura fijos. Lo importante es que fuimos sin oxígeno y sin porteadores.
«Hermann Buhl y yo llegamos juntos a la cumbre con la puesta de sol. Fue un momento único»
El Broad Peak lo escalasteis prácticamente dos veces.
El Broad Peak tiene dos cumbres, una de 8030 y otra de 8047. La primera vez llegamos a la baja y a lo lejos vimos la otra, pero ya era demasiado tarde y decidimos bajar hasta el campo base. Después tuvimos una larga discusión acerca de si valía la pena repetirlo solo por 20 metros. El oficial de enlace decía que daba igual y yo que teníamos que ser precisos. Aunque faltaba poco, teníamos que volver a subir. Y así lo hicimos para un desnivel de 20 metros. Uno fue el 29 de mayo y el otro el 9 de junio de 1957.
La segunda vez, cuando llegasteis a la cima verdadera, subiste dos veces.
En un momento dado Hermann Buhl vio que no iba a llegar y me dio permiso para que yo siguiera. Subí pero me quedé muy triste porque él estaba abajo. Ya de vuelta, aún en la cota de ocho mil metros, apareció su chaqueta amarilla a lo lejos. ¡Era Hermann que subía! Entonces fui con él y llegamos juntos a la cumbre con la puesta de sol, como en una isla iluminada con toda la noche abajo. Fue un momento único de mi vida.
¿Cómo era Hermann?
No tenía una figura atlética, tampoco estaba gordo. Era lo contrario de como estoy yo ahora. Tenía una cabeza muy dura y muchas ideas. El escritor Kurt Max dijo de él en su momento que era el único alpinista capaz de crear cosas originales.
«Poco después pisó una cornisa que cedió cono su peso y desapareció para siempre»
Hermann era único, un ser creativo, y yo aprendí de él. Me dijo que fuese el médico de la expedición y yo no sabía cómo. Me dijo que yo había estudiado, era cierto, pero Economía y Comercio. Pero él dijo que no importaba, que yo era el médico porque había estudiado.
En aquella misma expedición intentasteis el Chogolisa y allí fue donde perdió la vida.
Hermann Buhl, en el Chogolisa, se sentía como en su intento en solitario al Nanga Parbat. Había mucha nieve y hielo y creía que era como el Nanga, dijo que se sentía en su casa y la verdad es que estaba muy fuerte. Marchamos hacia la cumbre pero hacía mal tiempo y poco antes de la cima dijo que había que bajar porque nuestra huella podía acercarse demasiado a la arista y que no se veía casi nada. Poco después pisó una cornisa que cedió cono su peso y desapareció para siempre. Yo no me di cuenta inmediatamente de que había caído. No entendía, pero volví sobre mis pasos, vi su huella, sus últimas marcas en la nieve y luego el borde…