En 1955 esquiando en la Vallée Blanche (Chamonix)

Hoy fallecía, a los 35 años, Louis Lachenal

Un 25 de noviembre de 1955 (hace 63 año) fallecía Louis Lachenal, personaje clave en el alpinismo francés de posguerra. No sólo alcanzó con Maurice Herzog la cima del Annapurna, primer ochomil ascendido por el hombre, sino que también realizó escaladas muy importantes, la mayoría junto a su gran compañero Lionel Terray. Juntos formaron la cordada francesa más fuerte del momento.

Lionel Terray desciende del avión en el aeropuerto de Orly con Louis Lachenal en brazos (julio 1950)
Lionel Terray desciende del avión en el aeropuerto de Orly con Louis Lachenal en brazos (julio 1950)
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Louis  Lachenal (nacido el 17 de julio de 1921) es conocido -sobre todo- por su ascensión al Annapurna, primer ochomil ascendido por el hombre, con Maurice Herzog (3 junio 1950) dentro de una expedición en la que participan nombres míticos del alpinismo como Gaston Rebuffat, Lionel Terray, Jean Couzy, el cineasta Marcel Ichac

Tras su ascensión al Annapurna y las amputaciones que sufre, consigue volver a hacer lo que temía iba a ser imposible: regresar a la montaña. Aunque le resulta difícil volver a escalar, lo consigue y vuelca en ella toda su pasión. Hasta el punto que el 25 de noviembre de 1955, a pesar de que el tiempo es malo en la montaña (sopla un viento muy fuerte) busca un compañero que le acompañe a descender esquiando la Vallée Blanche. Nadie parece estar dispuesto a seguirle en un día en esas condiciones. Por fin, ante su insistencia, Jean Payot se rinde y le acompaña.

Una grieta en la Valle Blanche

Al salir de la estación superior del teleférico de la Aiguille du Midi el viento es fortísimo. Lachenal inicia el descenso en esquí de un recorrido que ha realizado en numerosas ocasiones y anima a su compañero a seguirle. Desgraciadamente caerá en una grieta. Jean Payot, que se encuentra solo en el Valléé Blanche asciende los ochocientos metros de desnivel que le separan de la estación del teleférico para pedir ayuda.

A media noche, seis alpinistas miembros de la Escuela Nacional de Montaña, llegan en una cabina a la cima de la Aiguille de Midi. Cuando descienden al interior de la grieta en la que ha caído Lachenal sólo pueden confirmar su muerte. Ha sido instántanea: la nuca está rota debido al golpe.

Con sólo 35 años ha desaparecido el alpinista a quien Lionel Terray definió como «tocado por las alas de la genialidad». El hijo de un tendero de Annecy que, consiguió entrar -sin haber nacido en el valle- en la Compañía de Guías de Chamonix (algo realmente difícil en aquel momento que también conseguirá Gaston Rebuffat).

Entre sus muchas escaladas destacan tres que realizó junto a su gran compañero de cordada, Lionel Terray (se les considera la cordada más fuerte del momento). La segunda ascensión de la norte del Eiger  (en 1947-), la cuarta del Espolón Walker (1946, abriendo una variante), y también la cuarta del espolón norte de las Droites en ocho horas (el mejor tiempo hasta el momento eran 18 horas).

Terray, su amigo y compañero, autor del celebré libro «Conquistadores de lo inútil«, moriría 10 años después, también joven -con 45 años- escalando en Vercors. Habían nacido el mismo año (1921). Lionel Terray ocho días más tarde (25 de julio) que Lachenal.

El Annapurna: un asunto de cordada

Su biografía, “Cuadernos del Vértigo” (1956), escrita por Gérard Herzog (hermano de Maurice Herzog) a partir de las notas del propio Lachenal, y publicado tras su muerte, transmite -en su primera edición- la versión oficial de la ascensión al Annapurna. Cuarenta años después, en 1996, se publicará una nueva edición de Cuadernos del Vértigo (editada en español por Ediciones Desnivel) que recoge el diario original de Lachenal sobre el Annapurna y también otros textos suyos.

En Cuadernos de Vértigo Louis Lachenal relata así sus pensamientos cuando iban hacia la cima pues tenía claro que no merecía la pena el alto precio que iba a pagar por la cumbre del Annapurna:

“Si tenía que dejar mis pies en el Annapurna no me interesaba. No tenía por qué sacrificar mis pies por la juventud francesa.
Así que yo hubiera descendido. Le pregunté a Maurice que haría en ese caso y me dijo que continuaría. Yo no tenía por qué juzgar sus razones, el alpinismo es algo demasiado personal. Pero creía que si Maurice continuaba solo no regresaría. Es por él y solo por él por lo que yo no me di la vuelta.
Esta ascensión a la cima del Annapurna no era un tema de prestigio nacional. Era un asunto de cordada”

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