Han vuelto con la cima, aunque el precio ha sido alto, y el desenlace quizáinesperado, porque Chus Lago y su compañero georgiano Merab Khabazi seplantaron con muy buena forma física a los pies del Pobeda, después de unarapidísima y eficiente aclimatación en el vecino Khan-Tengri. Especialmentebien iba la alpinista gallega, quien casi siempre subía por delante. Había unoptimismo multiplicado en ambos, aunque las cosas comenzaron a torcerse caminode la cima, tras presenciar cómo un alpinista inglés se despeñaba delante deellos.
A Chus le afectó especialmente, porque fue testigo directo de la caída.»Por muy fríamente que a mi me pareció tomarme el accidente, me afectó.Me desmotivé un poco». Además, íbamos muy cargados porque temíamostener que pasar alguna noche extra por culpa de una nevada. No queríamos volveral base».
Con el cansancio haciendo mella, el 12 de agosto llegó una cima algo tardía(cerca de las siete de la tarde), tras un vivac sobre la arista a 7.000 m. Luegovino «un descenso de pesadilla», interminable. Chus se fundiófísicamente de repente, y decidió arriesgarse a un vivac a pelo en medio delos tres kilómetros de arista cimera del Pobeda, mientras Merab iba en busca desacos y una tienda.
Lección de compañerismo
«La decisión la tomé con mucha claridad. Después de ver el accidenteen primera fila temí no estar físicamente a la altura de las circunstancias.Un resbalón, o no poder detener a Merab en caso de que se cayera». Elgeorgiano, exhausto, regresó al amanecer con gas y un hornillo: tras caminartoda la noche, no tenía energías para cargar con más. Chus le vio aparecer»como si de un espectro se tratase, con la cara congelada y el pasovacilante. Su gesto de compañerismo fue emocionante». Pero Merab tuvo queseguir en movimiento. Primero para recibir la ayuda aérea lanzada desde un helicóptero,y después, nuevamente, en busca de los sacos de ambos
Mientras, una cordada ruso-vasca que se dirigía hacia la cima, presto suayuda (tienda) a Chus, los cuatro pasaron una segunda noche a 7.000 metros. Aldía siguiente (14 de agosto), contactaban por fin con un grupo de rescate queincluía un médico, iniciando el descenso al Campo 3. Tras cuatro días dedescenso, el 16 de agosto eran recogidos por el helicóptero, a unos 4.700 m.»He sobrevivido, que no es poco». Comenzaba entonces la preocupaciónpor las congelaciones sufridas por la alpinista gallega: todos los dedos de lamano derecha, dos de la izquierda y el dedo gordo de ambos pies.
Ánimo y buena recuperación
Tras pasar por el Hospital Clínico de Zaragoza y por las manos del doctorMorandeira, las lesiones evolucionan bien. «Tienen mejor aspecto cada día.Habrá que esperar a la próxima gammagrafía, pero en el peor de los casosseria cosa de un raspado en el cuarto dedo de la mano derecha». Chus seconfiesa ahora, pasado cierto tiempo, «animada. Tengo la cima y miscongelaciones van por buen camino».
No se olvida del Leopardo de las Nieves. «Son montañas en las que elcampo base queda muy abajo (4.000 m), son tres mil metros de desnivel, muchoscampos (como el caso del Pobeda), generalmente poco transitadas (hay que abrirmucha huella), cuerdas fijas en muy mal estado, gran inestabilidadclimatológica. Sobre todo, por razones que desconozco, no valoradas en su justadificultad. Cada vez me gusta más este proyecto. Poder conocer otrascordilleras, otros alpinistas que trabajan con medios y mentalidad diferentes esmuy enriquecedor. ¿Mis proyectos? Terminar con el Leopardo, y con mi libro».